La Ermita de Santa Caterina está situada en uno de los valles del Macizo del Montgrí, por su situación, apartada y rodeada de naturaleza, se ha convertido para muchos empordaneses, en un espacio dedicado al Culto, a la vida espiritual y religiosa. Los visitantes acuden habitualmente en su tiempo de ocio o con la excusa de recorrer el camino pedregoso que sale de Torroella de Montgrí, lleva hasta la ermita de Santa Caterina y sube hasta el mismo Castell del Montgrí, también conocido como Castell de Santa Caterina.
Fundación y conservación
Alrededor del año 1390 tres monjes ascetas que provenían del monasterio de Montserrat, Bertomeu Caboters, Pere Tarasacó y Berenguer de Güell, fundaron la ermita en un lugar denominado Font Aribosa, fuente de donde brotaba agua limpia y clara. En este lugar invocaron a Santa Caterina, no sin antes obtener el permiso del rey de Aragón, dueño de la vila y de la misma montaña del Montgrí.
En el edificio se diferencia el patio de la entrada, la sala grande, desde donde se distribuyen las diferentes estancias, la cocina, la sacristía, el campanario al que podemos acceder y la capilla que está dividida en dos niveles. En esta última destacan los retablos de “La Pietat” o de “La Mare de Déu dels Dolors” y el Retablo de “La Mare de Déu de la Llet”, y allí podemos observar los frescos de sus paredes junto el altar mayor, donde se aloja la imagen en piedra de la Santa.
La ermita de Santa Caterina, ha sufrido diferentes reformas; una de las más destacadas fue la del s. XVIII que tuvo que ver con la pintura de los espectaculares frescos situados en el techo de la misma, unos trabajos realizados por el maestro figuerense, Fernando de Segovia y su ayudante Joan Tàpies, frescos que han sido restaurados nuevamente hace pocos años.
No podemos olvidar que en el año 2004, un terrible incendio calcinó todo el bosque próximo a la ermita y gran parte del macizo del Montgrí, tan sólo algunos árboles próximos a la ermita se salvaron de la quema.
Durante muchos años la ermita estuvo habitada por ermitaños que subsistían gracias al huerto y al pozo de agua, tras su muerte el Ayuntamiento encargó la administración de la ermita a una junta de cuatro vecinos, que se encargan de la administración y mantenimiento en la actualidad.
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Caterina Albert y “Solitud”
En el patio de entrada, podemos observar una placa conmemorativa dedicada a Caterina Albert, la escritora de l’Escala que utilizaba el seudónimo de Víctor Català. Los de la época dicen que tan sólo subió una vez hasta la ermita, pero su visita, sumada a su imaginación, fue suficiente para describirla perfectamente en su obra maestra “Solitud” con el nombre de ermita de Sant Ponç.
No hay duda de que la protagonista de la novela, la Mila, describe la ermita de Santa Caterina, el campanario, la capilla y el entorno con exactitud, la soledad de las montañas, la vegetación propia de un paisaje de baja montaña como el Montgrí, formado por cipreses, pinos, olivares, higueras y almendros, junto a los matojos de tomillo, pitas, jara, romero…, pero no es de extrañar que lo tomara como referencia, ya que era el único referente montañoso que tenía la escritora.
El Aplec de Santa Caterina
Una vez al año, los habitantes de Torroella y municipios cercanos, se suman al Aplec (romería) de Santa Caterina, que se celebra el domingo anterior al 25 de noviembre, festividad de la santa, siempre que no caiga en domingo.
Es costumbre que los jóvenes se acerquen al macizo la noche anterior, a la espera de que al día siguiente centenares de personas, grupos de músicos y otras entidades culturales, acudan a pié desde Torroella o en vehículos desde Bellcaire y Ullà. La tradición obliga que para señalar su llegada, los peregrinos han de subir al campanario y hacer sonar la campana, motivo por el que a lo largo de toda la mañana, su repique resuena en toda la montaña.
Entorno a la Ermita de Santa Caterina, se preparan las hogueras en las que se cocinará una comida popular al aire libre, ingredientes que porta cada peregrino de casa, sobre las 12h tendrá lugar la misa solemne en honor a Santa Caterina, tras la cual se bailan sardanas. Después de la comida, algunos optan por subir hasta el Castell de Montgrí por el camino de piedras conocido con el nombre de “pedrigolet” y otros cumplen con el ritual de visitar al “Manelet” y al “pou”, ambos con historia.
El “Manelet» y el “pou d’aigua”
En esta tradicional celebración no puede faltar la visita al “Manelet”, la imagen del niño Jesús estirado, que recoge los deseos y las monedas de los feligreses, con un curioso mecanismo levanta su mano e introduce la moneda en una urna, se trata de un gracioso método recaudatorio con el que se financia los costes de la ermita.
Otra de las costumbres de este día es acudir al “pou d’aigua” (pozo de agua) situado en el patio de la ermita, la historia, que se transmite de padres a hijos, cuenta que los niños de Torroella, Bellcaire y Ullà, vienen ni más ni menos que del pozo de Santa Caterina, allí se “pescan” con la ayuda de un cubo.
Por su naturaleza, su espiritualidad, por la historia que se respira y sus gentes, no faltan motivos para visitar este lugar, no sin antes recordar que la circulación motorizada al macizo de Montgrí, y con ello el acceso hasta la ermita, está prohibida del 15 de junio al 15 de septiembre por precaución ante incendios.