Las barracas de pescadores o “botigues” forman parte del Inventario del patrimonio marítimo y pesquero de la Costa Brava, son el testimonio de una relación entre el ser humano y el mar, patrimonio cultural expresado en forma de espacios y edificios. Se trata de construcciones levantadas junto al mar, que construían las cofradías o los municipios y que se utilizaban como refugio de pescadores o como almacenes para guardar las barcas, las redes y los utensilios de pesca.

Son pequeñas viviendas funcionales que concentran en un mismo espacio todas sus estancias, disponían de cocina para aquellas ocasiones en las que el mal tiempo, la tramontana o el levante, obligaban a cobijarse o cuando se organizaban pescas estacionales.

La tipología de estas construcciones varía según el tramo del litoral en el se construían, se consideran el origen arquitectónico de la fachada marítima de la Costa Brava, ya que en gran medida muchas localidades de la costa se formaron alrededor de estas “botigues”. En algunas zonas de la Costa Brava se utiliza el nombre de barraca para citar las propiedades comunitarias y el de “botigues” a aquellas de propiedad privada.

Barracas de recreo y música marinera

A finales del s. XIX, época de prosperidad económica y época dorada de la industria del corcho, las barracas se convirtieron en verdaderos lugares de fiesta y disfrute de pescadores y aficionados a la pesca, como constatan numerosas referencias literarias de Josep Pla y de Ruyra.

Situadas en una ubicación privilegiada, en la misma playa al borde del mar, las comilonas se animaban con cantes informales e improvisados. De hecho se piensa que gracias a estos espacios populares de transmisión oral, diversión y ocio del Empordà, la habanera caló con más fuerza y se abrió paso en Cataluña tras su llegada de Cuba a finales del s. XIX. Algunas de estas canciones, de origen cubano y mezcla empordanesa, fueron incorporadas en el repertorio de los primeros grupos de habaneras surgidos en el Empordà, y no por casualidad, a finales de los años sesenta del s.XX.

Puntos de vigilancia y control sanitarios

Más tarde, en el s. XX, las barracas o “botigues” se convirtieron en puntos de vigilancia de las guardias de sanidad municipales. Aquellas edificaciones que estaban ubicadas en calas de difícil acceso, alejadas de controles de sanidad de puertos y cuarentenas ( edificaciones donde las tripulaciones sospechosas de estar infectadas por enfermedades, debían aislarse durante cuarenta días), se convirtieron en un elemento imprescindible del cordón sanitario en la vigilancia del desembarco de los marineros.

La propiedad era compartida

La propiedad de las barracas solía ser generalmente compartida por un grupo, aunque este sistema de gestión ha ido desapareciendo progresivamente con el paso de los años, todavía se mantiene en la barraca dels Liris de Tamariu (Palafrugell), en cuyo reglamento (firmado en el año 1884) regía que la propiedad era compartida con 18 vecinos, un número que se ha ido reduciendo en los últimos años.

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Situadas a lo largo del litoral

Destacamos el grupo de barracas situadas en la Cala S’Alguer, entre las playas de La Fosca y el Castell en Palamós, que está formado por 22 barracas adosadas y un pozo de agua, cuya construcción se remonta al siglo XVI y fue declarado en el año 2004, Bien cultural de Interés Nacional.

En la cala de Aiguablava de Begur, encontramos un total de ocho barracas de pescadores que fueron construidas hace más de 200 años, Can Pere Sastre, Doctor Arruga, dos barracas de Can Matilde, Can Ventosa, dos barracas más pertenecientes a los teñidores de redes Cativos y otra donde actualmente hay un restaurante.

Estas barracas, también denominadas “botigues” ( tiendas) son muy diferentes del resto de barracas de la Costa Brava, en primer lugar porque eran la residencia habitual de sus propietarios y porque en ellas se ve claramente definido el espacio destinado a almacén y a vivienda.

En el s. XVIII en algunos municipios catalanes, las barracas eran el lugar de intercambio o venta, de embarco y desembarco de productos agrícolas, en especial de vino.

Otras muy conocidas, situadas en el litoral de la Costa Brava, son la barraca de la Cala del Crit, donde según la leyenda se vivió una historia escalofriante, o la estupenda y envidiada barraca situada en la Cala Estreta.

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